Syros. Retorno al mar de los dioses

 

SYROS (GRECIA). RETORNO AL MAR DE LOS DIOSES

LA OBSESIÓN

Bajando unas escaleras gastadas por los embates del mar, un hombre que había perdido a su mujer y viajaba por Grecia en compañía de su hijo, descubrió una pequeña playa pegada a los muros de una ciudad antigua. Entre las piedras y la arena que la formaban observaron la presencia de numerosos trozos de mármol que las olas iban redondeando en un incesante vaivén. Padre e hijo los contemplaron admirados, los acariciaron con respeto y los devolvieron al mar para que éste continuara su tarea.

Pasó el tiempo; el hijo había crecido. El recuerdo de la playa nunca le abandonó y, en su memoria, los cantos de forma oval llegaron a poseer los colores más variados y las más transparentes calidades, como camafeos creados por las expertas manos de un orfebre. Con el mármol rojo de Chíos, el nero antico de Rodas y los blancos de Corinto, Corfú y Lesbos, su fantasía evocaba aquel lugar donde la vanidad humana creyó haber encontrado su asiento más seguro.

La memoria del padre y la persistencia del recuerdo terminaron obsesionándole y, en un intento inconsciente de recuperar su propia juventud, quiso volver  para encontrar aquella playa.

 

LA BÚSQUEDA

La búsqueda le llevó, por extensión simbólica, a otros lugares fuera de la  ruta con el afán de comprender su significado. Remontó el  Cuerno de Oro, visitó el Patriarcado de Constantinopla  y, en el Mausoleo de Eyup, sintió la turbadora presencia de mujeres que cubrían su rostro, iguales, y sin embargo diferentes las unas de las otras. Descubrió lugares donde  hombres y mujeres  se apartan del mundo y hablan con Dios al ritmo del sol i las estaciones. Allí notó la presencia de Attis, perfecto señor del tiempo, inalterable como el mismo sol. Un sol que, antes de  emprender su viaje nocturno tras el horizonte, se mece entre las nubes encima de un mar de plata y escucha los cantos que salen por la puerta de la iglesia, haciendo  realidad la frase de que hay lugares donde la luz es Dios, o Dios es la luz, según como se mire.

Recorrió el Egeo y el Dodecaneso, sin equipaje, algunas veces sin mapa, preguntando, y confiando en la improvisación. Islas con nombres, algunos, de resonancias homéricas: Kálymnos, Simi, Folégandros, Amorgos, Naxos, Siros y muchas más.

En el laberinto de piedra de la ciudad de Rodas percibió el soplo de tres mil años de historia que, procedente del subsuelo, se escapaba por las puertas abiertas de las casas. En la fachada de una de ellas, una olvidada placa de mármol escrita en perfecto castellano daba fe de la confiada comunidad sefardí pocos años antes de su deportación y exterminio. Así pasa la gloria del mundo, pensó.

En Patmos, explicó a los monjes que pintar era su propia manera de buscar a Dios, y el jueves de Pascua conversó con ellos en el Monasterio de San Juan el Teólogo, después de la ceremonia Niptír. Los días siguientes dibujó todas las liturgias del equinoccio de  primavera, arropado por el  penetrante olor de incienso y el sonido ronco de los salmos bizantinos, en el interior mismo del Katolikon, alfombrado de ramas de lavanda. Afuera, las puertas rezumaban cera, y las fachadas recién encaladas presagiaban un gran acontecimiento: Jristós Anesti (Cristo ha resucitado), una verdadera celebración de la vida.

 

EL DESENGAÑO

Mientras buscaba la playa encontró muchas otras cosas: el trasiego incesante de la humanidad, la confianza puesta en cada uno, la enorme importancia de la intuición, el placer de hacer las cosas bien hechas para contemplarlas después, la defensa de los valores naturales frente a los económicos, el ritmo de la vida al compás de las cosas simples y, por ello, importantes. Tan clara era la luz de las islas, que le ayudaba a sintetizar la expresión de sus dibujos.

Después de  cuatro viajes la playa seguía sin aparecer. Se hacia necesario un quinto y, agotadas todas las posibilidades, había que volver a Ermoúpoli, el gran puerto de Siros, donde tres años antes el metelmi le retuvo dos días inmovilizado. Aquella vez, prisionero de la furia del viento y preocupado como estaba por volver, no supo encontrar la playa, hasta que un ferry de la Blue Star le devolvió al Pireo.

Cuando volvió a Ermoúpoli todos los indicios eran favorables: encontró largas calles pavimentadas con mármol de las que descendían abruptas escaleras cerradas con rejas que impedían el acceso al mar. El territorio posible se iba reduciendo y, cuando por fin se halló cara a cara ante la presencia inquietante de las olas, supo que había alcanzado la playa de su recuerdo…y  le invadió una extraña sensación de desamparo. No cabía duda alguna; la playa debía estar allí, pegada a los cimientos de una casa neoclásica construida sobre un muro quizá más antiguo. Pero la sorpresa fue enorme al ver que el mar la había devorado. La playa  prácticamente ya no existía. Decepcionado, recogió unos cuantos trozos de mármol que más tarde incorporó a su santuario, al otro lado del mar. Lejos.

“Es inútil volver al pasado”, pensaba entonces el hombre. “El pasado solo existe en el recuerdo. Somos lo que vivimos y lo que nos queda por vivir y, aunque  llegar está bien,  lo que  importa realmente es el camino”. Al volver a casa, el hombre explicó la historia a su hijo. Y el hijo observó con el aplomo de quien tiene ante si todo el tiempo del mundo: “El mar, tarde o temprano, volverá a formar la playa”.

“Si, seguramente lo hará”, fue la respuesta del padre, “pero cuando esto suceda,  yo ya no la veré” y añadió: “Cada uno debe buscar su propia playa y en el viaje construirá su existencia y aprenderá muchas cosas”.

Ésta  es  la historia de la playa de los cantos de mármol de colores. Y así os la explico, añadiendo imágenes a las palabras para dar fe de la existencia del  camino.

© JC Roca Sans

Down to Hades

EXPOSICIÓN EN EL APOTHIKI ART CENTER

 

Paroikia – Isla de Paros (Septiembre 2007)

 

 

VIDEO

 

 

 

 

 

 

 

FOTOGRAFÍAS

 

EXPOSICIÓN EN ATRIUM TORROELLA

Torroella de Montgrí. (Verano 2007)

 

 

OPINIONES

 

Ermoúpoli. A treasure stored in memory. A memory reformed in word and image. An image sought and recreated. A simple story has become a masterwork. Quintin Jardine

A journey to the past, a passionate exploration of the hypnotic power of images and a reflection about the passage of time and the ghosts that remain through it all. Jan Keys

His paintings display an obsession with light that infuse his work with a subtle, but marked soulfulness. Katie Addelman

Your well written book gives a pleasant image and a good introduction to Greece and the Orthodox Church. Once more we would like to thank you and assure you that your work will get a place of honour in the Library of St John the Theologian. Abbot and patriarchal Exarch of Patmos

El espacio equilibrado, presente, con las distancias necesarias; los colores, que iluminan sin sombra, tal como hacen los colores, lo han construido y distribuido. Roca Sans explica el que el cerebro de la gente no ve, pero que cuando lo ve lo reconoce. Y es porque en el arte lo subjetivo siempre se impone a lo objetivo; mientras prevalece la objetividad, hay información pero no emoción; pero cuando ésta se impone la realidad se desobjetiviza y se convierte en emocional, artística. Arnau Puig

Roca Sans trabaja la pintura en secuencias que corresponden a un relato, a partir de hechos vividos que elabora con una imaginación prodigiosa. Conociéndolo, parecería querer recuperar la saga perdida de escritores, exploradores, periodistas y antropólogos que documentaban sus observaciones y experiencias con dibujos para entender mejor los hechos. Maria Lluïsa Borràs